2009-10-29

Sweeney Todd, the demon barber of Fleet Street

SWEENEY TODD
Director: George King. Con Tod Slaughter, Stella Rho, John Singer, Eve Lister, Bruce Seton. Gran Bretaña, 1936.

Me han dicho los modernos que Timoteo Burton, el extravagante oficial de Hollywood, ha rodado una película que se llama igual que esta que les traigo hoy a colación. Que sale Juanito Profundo, y que cantan y lanzan gorgoritos por doquier. Con lo poco que me gustan estas cosas, mejor me ciño a esta más antigua, que es la de verdad; porque desconfío, y mucho, de semejantes experimentos.

La leyenda del barbero asesino y el pastelero de carne humana es más vieja que la picor, como ya les expliqué hace tiempo aquí. Existen al menos dos producciones rodadas en los años del cine silente; en todo caso esta de don Tod Slaughter es la versión más canónica de cuantas se han difundido.

Y eso que es británica, y como saben ustedes, los censores ingleses son por entonces los más severos del mundo en proscribir todo cuanto signifique horror. El realizador debe de hacer virguerías, sugiriendo lo que no puede mostrar, y recreando el clima macabro preciso sin poder filmar en detalle ni uno solo de los asesinatos.

Cuenta para ello con la inestimable ayuda de Tod Slaughter, actor teatral aficionado a los espectáculos granguiñolescos, verdadero divo en su género. Don Tod llegó a adquirir fama enorme en estos papeles de malvado, y viene a ser en las Islas Británicas algo parecido a lo que el inmortal Lugosi representa para los americanos: el icono perfecto de lo perverso. Otros títulos del mismo período - Murder in the Red Barn (1935), The face at the window (1939), Crimes at the Dark House (1940), Horror maniacs (1948)- así lo confirman. Ya irán desfilando por este Desván...
Sweeney Todd le valió el estrellato, como no podía ser menos. Gran parte del peso del filme recae en su interpretación. Compone Tod un maníaco elegante y atildado, de los que dan mucha grima; llamicoso en su trato, muy proclive a la risa descompuesta, a la gesticulación y al exceso. Da gloria pura verle afilar con veneración y esmero su querida navaja, con esa alegría suya que no presagia nada bueno.

El enarcar una ceja, la forma en que agarra el instrumento de degollar, sus modales serviles, esa sonrisa esbozada a medias, todo delata en él al tipo de persona de la que mejor mantenerse alejado. Finos diálogos, irónicos y macabros, horror de resabios góticos y teatrales en el que Slaughter se mueve como pez en el agua, historia victoriana contada con elevadas dosis de humor negro, este Sweeney Todd es pieza básica del fantástico de la década, representante de modos no por olvidados, menos dignos de subir a los altares. Mi panteón ya tiene un nuevo santo. Lleva chistera y usa navaja de afeitar. Y se ríe siempre como para adentro...

2009-10-25

The Hairy Ape (Pasión Salvaje)

Cine Primate presenta:
THE HAIRY APE
Director: Alfred Santell. Con William Bendix, Susan Hayward, John Loder, Roman Bonhen, Tom Fadden. USA, 1944

Viene a la palestra en nuestra sección de celuloide macaco una película de primate metafórico, lejos de lo que hasta hoy ha desfilado por aquí, tan sincero y primario. Metafórico gorila, sí, pero de animalidad poderosa y turbadora, enfermiza: que no le hubiera avergonzado firmarla a Tod Browning, vaya.

No es suyo el texto, sino de Eugenio O´Neill, respetable dramaturgo yanqui, escritor de una estirpe que poco aparece por este desván. Es esta película rara, historia introspectiva contada con los modos del fantástico. La protagonizan William Bendix, hirsuto fogonero de un mercante, y Susana Hayward, mujer fatal de la que gusta desayunarse un par de pipiolos frescos cada mañana.

Susana viaja a Estados Unidos en el carguero en que trabaja William. Coqueteando con el sobrecargo, la mala mujer se hace conducir hasta las calderas, donde acude a divertirse viendo como sudan los pobres. Allí coincide con el peludo marinero, que con su virilidad, su vello y sus agresivos modales despierta su repulsión. ¿O será que la hembra sucumbe ante el macho, que le gusta tanto como le da miedo?

Momento mágico este en que Bella y Bestia se encuentran, reconociéndose de inmediato, sabiendo desde entonces que sus vidas están ligadas por mucho que a ambos les aterre. Susana huye, llamando mono sucio y peludo al tosco William. Incapaz de olvidarla, éste irá poco a poco imbuyéndose de personalidad simiesca, identificado espiritualmente con el rey de las junglas africanas. Ayuda en el proceso su peregrinación hasta la jaula de Goliath, gorila de un circo al que el marino visita como si de divino oráculo se tratase. Mata, mata, le dirá el animal, así serás libre.

Bendix, capaz de expresar intensas emociones con muy pocos gestos, compone un bruto magistral. Sudor, carne, vello, mugre, primitivo orgullo de esclavo, todo en él transmite animalidad. La película juega de continuo con ese lenguaje figurado, en que William es gorila, las calderas del barco, el infierno subterráneo, y las cubiertas superiores el reino de los dioses donde los condenados están proscritos. Lo inferior como lugar donde habitan los instintos; lo superior, reino de la razón donde éstos son domados ...
ii
Abuelito, que este filme no es fantástico, puede que piensen los ortodoxos que ya la conocen. Mírenlo de nuevo con otros ojos, y verán como aparecen demonios, súcubos y monstruos. Como nos gusta por esta casa, qué caramba...

2009-10-20

El Último Vampiro


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Los Super-Hombres Ibéricos del Abuelito presentan
EL ÚLTIMO VAMPIRO

¡Hay que ver cómo se las gasta Lord Pety, el fantástico criminal! Ha creado para sí un traje-armadura que le permite volar guarecido de pinchos y le da un aspecto de lo más gallardo; le sirven varios autómatas voladores hechos a su imagen y semejanza; es capaz a voluntad de hacerse invisible, de electrocutar a distancia, de conjurar extrañas sombras con cuernos.
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Folletín de desquiciada fantasía, El Último Vampiro lo publica en dieciséis fascículos la barcelonesa editorial Marco en la primera mitad de los años treinta. Parece un antecedente del futuro Spider de la Fleetway británica, pues como aquel, éste es genio gótico del crimen, vive en un castillo, es fecundo inventor y tiene un archienemigo, el joven Toby, que si pudiera le aplastaría el cráneo a pedradas.
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Hala, a gozar de esta estética sublime y descarnada. Marc Farell, de quien ya les hablé aquí y aquí, es el autor de los deliciosos dibujos; el texto, sin firmar, tal vez se deba a Canellas Casals, director de Marco por entonces. Un prodigio desconocido de proto-ciencia ficción ibérica, en cualquier caso.